domingo, 26 de febrero de 2012

Límites

Límite de sol,
recién conocido, no te me vayas,
no te esparzas con el viento que soplo sin cesar.
Límite, pequeña muralla de mar,
no me ahogues antes de empezar,
voy y vengo borrándote ni bien te escribo.
No me dejes pequeño fusil, no dejes que te llore.
No dejes quebrantar lo mucho que me cuesta ponerte en tu lugar.
Rocío de límite, tenés que crecer, para arriba y para abajo.
Puerta bebé,
Palabra nueva,
Ojos de agua y hierro,
No dejes que te esconda,
No me dejes destruirte,
tenés que crecer.

miércoles, 1 de febrero de 2012

A mi me encanta leer y haber leído.

Esta vez me encanté con él después de un tiempo, donde ya la historia había terminado por nunca haber empezado, y yo apenas comenzaba a pensar sobre lo que había pasado.
Ahora recién, me doy cuenta que pude haberme enamorado, porque le sonreía a cada palabra y porque el amor viene de los laterales, y esa noche, nuestro encuentro fue puramente dorsal y de revés.
Pienso que esa noche pensé en besarlo, en viajar con él y en lo rápido que se me venía así el encantamiento, para no ser injusta con el amor, y llamarlo enamoramiento.
Sé, que eso estuvo esa noche de luna, que duró apenas media hora, pero que fue presente y fue mutuo, sí, fue presente y fue mutuo.
Los dos frente a una baraja de posibilidades, de hechos que resolver, o más bien, de piezas que acomodar, y uno como una pieza para ubicar. No voy a hablar de lo que hubo que acomodar, porque eso no ocurrió por la noche, sino que la resolución del juego fue al día siguiente y nos separó. Cada uno por su lado.
Hoy, que el amor ni empezó, veo la situación como un reflejo de colores más bien azules y verdosos, refracción de un espejo sobre la frente de algún doctor. Quiero decir que la situación vivida me resulta inefable y solo me resuenan palabras como: elegir, Miguel, evolución, mujer, tato. Y así como elegí yo, en una de las tantas oportunidades en que elegí, enfrente de mis ojos él, estaba por elegir ahora, admitiendo dudas, él estaba eligiendo.
De mañana supe las decisiones tomadas, y como en este mismo instante, no fue preciso traducirlas con palabras ya que los hechos eran ineludibles para mí. Y lo que hoy descubro es que la elección me duele porque me regresa a mis propios caminos mal tomados…pero, después de todo, quién sabe para qué se toman aquellos caminos que de entrada tienen un cartel que dice no, y uno, de un momento a otro se lanza de lleno en el camino y olvida el primer cartel, sigue, infiel a aquel signo, hasta que después ya se está metido hasta el cuello y ni siquiera se reconocen las palabras: camino, elección y bla bla. Después no se reconocen las palabras.
Uno transita esos senderos porque son intrigantes y principalmente porque esos senderos no nos son ajenos. Entonces, ¿no habrá caminos mal tomados? ¿Habrá solo caminos? ¿Y esta refracción que me obliga a pensar en que la elección es incorrecta?
Pero ahora que elegí, tengo toda una liga de anécdotas en la estancia. Lastimaduras, heridas y promesas por orden alfabético. Cabe otra pregunta ¿Uno elige de quién se enamora? Ahora una pregunta falsa para despistar: ¿Qué es estar enamorado?
Tal vez, al principio del camino no existe una elección, y recién aparece cuando uno ya está hospedado en la estancia y los ciervos corren de un lado al otro como locos porque hay ruidos en la parra del fondo.
Como un eco que viene desde el centro de una uva, un riudo seco llega a través de los ciervos, y nos avisa, que en la casa hay huéspedes y que incluso, no hay más casa.

Una última pregunta para despistar pero no falsa: ¿Hubo casa o era vapor de casa?